lunes, 30 de abril de 2012

San Pío V, Papa

Perfil Biográfico

Antonio Ghislieri nace el 17 de enero de 1504 en Alessandría (Italia), Hijo de Pablo Ghislieri y Dominica Augeria. En 1521, a sus diecisiete años, profesa en la Orden de Predicadores, en Vigevano, tomando el nombre de Miguel. Realiza su "currículum" filosófico - teológico en Bolonia. Posteriormente cumple el ministerio de Lector de Filosofía y de Teología en Pavía.
San Pio V - Papa dominicoA los cuarenta y siete años, en 1551 es llamado a Romas por Julio III y designado Comisario General del Santo Oficio, donde trabaja por la difusión y la pureza de la fe. Pablo IV le nombra obispo de Sutri y Nepi en 1556, y cardenal en 1557. El mismo Pablo IV, en 1560, le traslada a Mondovi (Piamonte), diócesis que se encuentra en lamentable estado, donde se empeña por acercarla al Evangelio de Jesucristo.
Descubierto por San Carlos Borromeo, el cardenal fray Miguel Ghislieri es elegido Papa en 1566 a los sesenta y dos años de edad. No es un príncipe, sino un asceta el que la Orden de Santo Domingo presta al papado de Roma. Pío V - así se llamará- lleva el estilo de la Orden a la Curia Romana. El nuevo Papa ofrece a la Iglesia el Breviario y Misal Romanos para que alimente su oración: también se esfuerza por confirmar a toda la Iglesia en la misma fe. Así publica el "Catecismo" del Concilio de Trento, llamado "Catecismo Romano"
Su corazón se inquieta frente a las nuevas situaciones pastorales. Por una parte, mundos recientemente descubiertos que es necesario evangelizar; y por otra, países protestantes que comienzan a nacer. A fin de abordar tales problemas crea dos congregaciones cardenalicias que serán base de la posterior Sagrada Congregación "De Propaganda Fide" (creada en 1622). Proclama a Tomás de Aquino "Doctor de la Iglesia" e impulsa la "Opera Omnia" conocida como "Piana".
Se esfuerza por hacer coincidir la sociedad terrena con el Reino de Dios. Ve destrucción y muerte sobre Europa con la inminente invasión de los otomanos. Por eso, propicia entre los príncipes la liga de España y Venecia para detenerlos. Se alcanza la victoria en Lepanto el día 7 de octubre de 1571, mientras el Papa se encuentra en oración a María, la Madre de Dios, en su devoción al rosario; por ello instituye para este día la fiesta con el título de Nuestra Señora de la Victoria que en 1573 se denominará "del Rosario".
San Pio V murió santamente en Roma el 1 de mayo de 1572, a sus sesenta y ocho años y siete de papado. Beatificado por Clemente X, fue canonizado por Clemente XI el 22 de mayo de 1721. Su cuerpo se venera en la capilla del Santísimo Sacramento de la basílica romana de Santa María la Mayor.

Semblanza espiritual

Ejemplo de pobreza, humildad e inagotable actividad, es elegido dos veces prior por los hermanos de su Orden. Todo lo edifica sobre la oración. Siendo Papa Pio V  visita a pie las iglesias de Roma. Su vida testifica la palabra del apóstol Pablo: "¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en Vosotros?"
En cuanto conductor del Pueblo de Dios, vibra con las vicisitudes de los pobres, siente cariño por los cristianos de Roma, que si en un principio fueron muy entusiastas con él, después lo apreciarán como a un padre. En Roma reformó las costumbres del clero y del laicado.
Desde el momento en que es elegido Papa, conservará el espíritu y el hábito dominicano dedicándose con total decisión a poner en práctica, con el ejemplo de su vida, todas las consignas del Concilio de Trento para la reforma de la Iglesia y el bien de las almas. Estimuló la formación teológica de los clérigos en los seminarios a los que, entre otras medidas, propone la introducción de la enseñanza de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino.

(Información tomada de la web de los Dominicos en España)

domingo, 29 de abril de 2012

Romería de la Virgen de la Cabeza

Si queréis seguir la celebración de la Santa Misa y la procesión de la Virgen de la Cabeza en directo, os invitamos a que visitéis la web de la Radio y Televisión de Andalucía, Canal Sur, que desde las 9.15 horas de la mañana estará emitiendo la señal.
Desde aquí nuestro agradecimiento a los servicios que presta Canal Sur a todos los devotos de la Virgen dentro y fuera de Andalucía.

Santa Catalina de Siena

Catalina Benincasa, conocida como Santa Catalina de Siena O.P., nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347.
Por inspiración divina, a los siete años ofreció a Dios su virginidad y ya en 1363, superada la oposición de la familia, inicia la vida como laica dominica en la Fraternidad Seglar de Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, dedicadas con gran austeridad a la oración, penitencia y ayunos.
Vive en su propia casa una vida de sacrificio hasta el año 1370: A los veintitrés años, en una visión de su esposo celestial, recibe la misión de dedicarse a la vida de apostolado.
Su misión fue eficacísima en la reforma de la Iglesia, dividida por el cisma, y en la reforma de la Orden de Predicadores, apoyando la obra del Beato Raimundo de Capua. La familia dominicana la considera como su madre.
Catalina muere en Roma el 29 de abril de 1380, a la edad de treinta y tres años. Pío II la canoniza en 1461, y el cuatro de noviembre de 1970 es declarada Doctora de la Iglesia por Pablo VI. Su magisterio carismático es un don de Dios a la Iglesia y a la humanidad. Fue sepultada en la basílica dominicana de Santa María sopra Minerva.

Para más información sobre santa Catalina pinchar aquí.

(Información tomada de la web de los Dominicos en España).

sábado, 28 de abril de 2012

Romería de la Virgen de la Cabeza - Andújar - Jaén

El último domingo del mes de abril se celebra la romería de la Virgen de la Cabeza, en Andújar. Es la romería más antigua de toda España a la que vienen peregrinos desde todos los rincones de la provincia, la autonomía, el país y el extranjero. Es un gran día de júbilo para la diócesis de Jaén, puesto que es su patrona.
En este enlace podréis ver el programa completo programado para la romería.

¡Viva la Virgen de la Cabeza!

Os dejamos los siguientes videos. En el primero se cuenta la leyenda y la tradición del cerro del Cabezo. En el segundo video podrás escuchar el himno a la Virgen de la Cabeza.





viernes, 13 de abril de 2012

The Resurrection of the Body

A través de este ENLACE queremos compartir con todos vosotros una reflexión sobre la Resurrección que han realizado nuestros hermanos de Estados Unidos.

jueves, 12 de abril de 2012

¿Cómo vivían los primeros cristianos la Pascua de la Resurrección?

Para tod@s aquell@s que estén interesad@s en saber un poquito más, os dejamos este enlace en el que podréis encontrar tanto una explicación en texto como un video de Benedicto XVI, Papa.

lunes, 9 de abril de 2012

Palabra de Dios

Ya está incorporada una nueva hoja de ayuda homilética para el II Domingo de Pascua.

Joannes Paulus II, Magnus

Ahora ya en la primera semana de Pascua de Resurrección, queremos hacernos presentes en el recordatorio del aniversario de Juan Pablo II, Papa.


domingo, 8 de abril de 2012

Regina Coeli Laetare


Latín
Regina caeli, laetare, alleluia.
Quia quem meruisti portare, alleluia.
Resurrexit, sicut dixit, alleluia.
Ora pro nobis Deum, alleluia.
Gaude et laetare Virgo María, alleluia.
Quia surrexit Dominus vere, alleluia.

Oremus:
Deus, qui per resurrectionem Filii tui, Domini nostri Iesu Christi, mundum laetificare dignatus es: praesta, quaesumus; ut, per eius Genetricem Virginem Mariam, perpetuae capiamus gaudia vitae. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.


Español
Alégrate, reina del cielo, aleluya.
Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
Ha resucitado, según predijo; aleluya.
Ruega por nosotros a Dios; aleluya.
Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
Porque ha resucitado verdaderamente el Señor; aleluya.

Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el goce de la vida eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.



sábado, 7 de abril de 2012

A María en el silencio del Sábado Santo

Dedicado a María, la Virgen, la Madre de Dios, el ejemplo de contemplativa, de creyente, de esperanza, de fe, de cristiana... de MADRE.


Via Crucis en el Coliseo

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FINAL DEL VÍA CRUCIS EN EL COLISEO
Palatino
Viernes Santo 6 de abril de 2012

[Video]

Queridos hermanos y hermanas

Hemos recordado en la meditación, la oración y el canto, el camino de Jesús en la vía de la cruz: una vía que parecía sin salida y que, sin embargo, ha cambiado la vida y la historia del hombre, ha abierto el paso hacia los «cielos nuevos y la tierra nueva» (cf. Ap 21,1). Especialmente en este día del Viernes Santo, la Iglesia celebra con íntima devoción espiritual la memoria de la muerte en cruz del Hijo de Dios y, en su cruz, ve el árbol de la vida, fecundo de una nueva esperanza.

La experiencia del sufrimiento y de la cruz marca la humanidad, marca incluso la familia; cuántas veces el camino se hace fatigoso y difícil. Incomprensiones, divisiones, preocupaciones por el futuro de los hijos, enfermedades, dificultades de diverso tipo. En nuestro tiempo, además, la situación de muchas familias se ve agravada por la precariedad del trabajo y por otros efectos negativos de la crisis económica. El camino del Via Crucis, que hemos recorrido esta noche espiritualmente, es una invitación para todos nosotros, y especialmente para las familias, a contemplar a Cristo crucificado para tener la fuerza de ir más allá de las dificultades. La cruz de Jesús es el signo supremo del amor de Dios para cada hombre, la respuesta sobreabundante a la necesidad que tiene toda persona de ser amada. Cuando nos encontramos en la prueba, cuando nuestras familias deben afrontar el dolor, la tribulación, miremos a la cruz de Cristo: allí encontramos el valor y la fuerza para seguir caminando; allí podemos repetir con firme esperanza las palabras de san Pablo: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?: ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?... Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado» (Rm 8,35.37).

En la aflicción y la dificultad, no estamos solos; la familia no está sola: Jesús está presente con su amor, la sostiene con su gracia y le da la fuerza para seguir adelante, para afrontar los sacrificios y superar todo obstáculo. Y es a este amor de Cristo al que debemos acudir cuando las vicisitudes humanas y las dificultades amenazan con herir la unidad de nuestra vida y de la familia. El misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo alienta a seguir adelante con esperanza: la estación del dolor y de la prueba, si la  vivimos con Cristo, con fe en él, encierra ya la luz de la resurrección, la vida nueva del mundo resucitado, la pascua de cada hombre que cree en su Palabra.

En aquel hombre crucificado, que es el Hijo de Dios, incluso la muerte misma adquiere un nuevo significado y orientación, es rescatada y vencida, es el paso hacia la nueva vida: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). Encomendémonos a la Madre de Cristo. A ella, que ha acompañado a su Hijo por la vía dolorosa. Que ella, que estaba junto a la cruz en la hora de su muerte, que ha alentado a la Iglesia desde su nacimiento para que viva la presencia del Señor, dirija nuestros corazones, los corazones de todas las familias a través del inmenso mysterium passionis hacia el mysterium paschale, hacia aquella luz que prorrumpe de la Resurrección de Cristo y muestra el triunfo definitivo del amor, de la alegría, de la vida, sobre el mal, el sufrimiento, la muerte.

Amén.

jueves, 5 de abril de 2012

La Pasión de Cristo a través de las redes sociales

Hoy no hay acontecimiento que pueda esquivar su presencia en alguna de las redes sociales existentes. ¿Se han preguntado alguna vez cómo se hubiese conocido y vivido la Pasión de Cristo de haber existido las redes sociales? Hagamos una prueba, pero... lo más importante... ¡ATREVÁMONOS A REVIVIRLA CON ACTITUD DE ACTUALIZARLA!


¿Qué celebra la Iglesia el Jueves Santo?

domingo, 1 de abril de 2012

Domingo de Ramos. Benedicto XVI

Celebración del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor
Plaza de San Pedro
XXVII Jornada Mundial de la Juventud
Domingo 1 de abril de 2012


(video de la celebración)


¡Queridos hermanos y hermanas!

El Domingo de Ramos es el gran pórtico que nos lleva a la Semana Santa, la semana en la que el Señor Jesús se dirige hacia la culminación de su vida terrena. Él va a Jerusalén para cumplir las Escrituras y para ser colgado en la cruz, el trono desde el cual reinará por los siglos, atrayendo a sí a la humanidad de todos los tiempos y ofrecer a todos el don de la redención. Sabemos por los evangelios que Jesús se había encaminado hacia Jerusalén con los doce, y que poco a poco se había ido sumado a ellos una multitud creciente de peregrinos. San Marcos nos dice que ya al salir de Jericó había una «gran muchedumbre» que seguía a Jesús (cf. 10,46).

En la última parte del trayecto se produce un acontecimiento particular, que aumenta la expectativa sobre lo que está por suceder y hace que la atención se centre todavía más en Jesús. A lo largo del camino, al salir de Jericó, está sentado un mendigo ciego, llamado Bartimeo. Apenas oye decir que Jesús de Nazaret está llegando, comienza a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47). Tratan de acallarlo, pero en vano, hasta que Jesús lo manda llamar y le invita a acercarse. «¿Qué quieres que te haga?», le pregunta. Y él contesta: «Rabbuní, que vea» (v. 51). Jesús le dice: «Anda, tu fe te ha salvado». Bartimeo recobró la vista y se puso a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). Y he aquí que, tras este signo prodigioso, acompañado por aquella invocación: «Hijo de David», un estremecimiento de esperanza atraviesa la multitud, suscitando en muchos una pregunta: ¿Este Jesús que marchaba delante de ellos a Jerusalén, no sería quizás el Mesías, el nuevo David? Y, con su ya inminente entrada en la ciudad santa, ¿no habría llegado tal vez el momento en el que Dios restauraría finalmente el reino de David?

También la preparación del ingreso de Jesús con sus discípulos contribuye a aumentar esta esperanza. Como hemos escuchado en el Evangelio de hoy (cf. Mc 11,1-10), Jesús llegó a Jerusalén desde Betfagé y el monte de los Olivos, es decir, la vía por la que había de venir el Mesías. Desde allí, envía por delante a dos discípulos, mandándoles que le trajeran un pollino de asna que encontrarían a lo largo del camino. Encuentran efectivamente el pollino, lo desatan y lo llevan a Jesús. A este punto, el ánimo de los discípulos y los otros peregrinos se deja ganar por el entusiasmo: toman sus mantos y los echan encima del pollino; otros alfombran con ellos el camino de Jesús a medida que avanza a grupas del asno. Después cortan ramas de los árboles y comienzan a gritar las palabras del Salmo 118, las antiguas palabras de bendición de los peregrinos que, en este contexto, se convierten en una proclamación mesiánica: «¡Hosanna!, bendito el que viene en el nombre del Señor. ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (vv. 9-10). Esta alegría festiva, transmitida por los cuatro evangelistas, es un grito de bendición, un himno de júbilo: expresa la convicción unánime de que, en Jesús, Dios ha visitado su pueblo y ha llegado por fin el Mesías deseado. Y todo el mundo está allí, con creciente expectación por lo que Cristo hará una vez que entre en su ciudad.

Pero, ¿cuál es el contenido, la resonancia más profunda de este grito de júbilo? La respuesta está en toda la Escritura, que nos recuerda cómo el Mesías lleva a cumplimiento la promesa de la bendición de Dios, la promesa originaria que Dios había hecho a Abraham, el padre de todos los creyentes: «Haré de ti una gran nación, te bendeciré… y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12,2-3). Es la promesa que Israel siempre había tenido presente en la oración, especialmente en la oración de los Salmos. Por eso, el que es aclamado por la muchedumbre como bendito es al mismo tiempo aquel en el cual será bendecida toda la humanidad. Así, a la luz de Cristo, la humanidad se reconoce profundamente unida y cubierta por el manto de la bendición divina, una bendición que todo lo penetra, todo lo sostiene, lo redime, lo santifica.

Podemos descubrir aquí un primer gran mensaje que nos trae la festividad de hoy: la invitación a mirar de manera justa a la humanidad entera, a cuantos conforman el mundo, a sus diversas culturas y civilizaciones. La mirada que el creyente recibe de Cristo es una mirada de bendición: una mirada sabia y amorosa, capaz de acoger la belleza del mundo y de compartir su fragilidad. En esta mirada se transparenta la mirada misma de Dios sobre los hombres que él ama y sobre la creación, obra de sus manos. En el Libro de la Sabiduría, leemos: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste;… Tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida» (Sb 11,23-24.26).

Volvamos al texto del Evangelio de hoy y preguntémonos: ¿Qué late realmente en el corazón de los que aclaman a Cristo como Rey de Israel? Ciertamente tenían su idea del Mesías, una idea de cómo debía actuar el Rey prometido por los profetas y esperado por tanto tiempo. No es de extrañar que, pocos días después, la muchedumbre de Jerusalén, en vez de aclamar a Jesús, gritaran a Pilato: «¡Crucifícalo!». Y que los mismos discípulos, como también otros que le habían visto y oído, permanecieran mudos y desconcertados. En efecto, la mayor parte estaban desilusionados por el modo en que Jesús había decidido presentarse como Mesías y Rey de Israel. Este es precisamente el núcleo de la fiesta de hoy también para nosotros. ¿Quién es para nosotros Jesús de Nazaret? ¿Qué idea tenemos del Mesías, qué idea tenemos de Dios? Esta es una cuestión crucial que no podemos eludir, sobre todo en esta semana en la que estamos llamados a seguir a nuestro Rey, que elige como trono la cruz; estamos llamados a seguir a un Mesías que no nos asegura una felicidad terrena fácil, sino la felicidad del cielo, la eterna bienaventuranza de Dios. Ahora, hemos de preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras verdaderas expectativas? ¿Cuáles son los deseos más profundos que nos han traído hoy aquí para celebrar el Domingo de Ramos e iniciar la Semana Santa?

Queridos jóvenes que os habéis reunido aquí. Esta es de modo particular vuestra Jornada en todo lugar del mundo donde la Iglesia está presente. Por eso os saludo con gran afecto. Que el Domingo de Ramos sea para vosotros el día de la decisión, la decisión de acoger al Señor y de seguirlo hasta el final, la decisión de hacer de su Pascua de muerte y resurrección el sentido mismo de vuestra vida de cristianos. Como he querido recordar en el mensaje a los jóvenes para esta Jornada – «alegraos siempre en el Señor» (Flp 4,4) –, esta es la decisión que conduce a la verdadera alegría, como sucedió con santa Clara de Asís que, hace ochocientos años, fascinada por el ejemplo de san Francisco y de sus primeros compañeros, dejó la casa paterna precisamente el Domingo de Ramos para consagrarse totalmente al Señor: tenía 18 años, y tuvo el valor de la fe y del amor de optar por Cristo, encontrando en él la alegría y la paz.

Queridos hermanos y hermanas, que reinen particularmente en este día dos sentimientos: la alabanza, como hicieron aquellos que acogieron a Jesús en Jerusalén con su «hosanna»; y el agradecimiento, porque en esta Semana Santa el Señor Jesús renovará el don más grande que se puede imaginar, nos entregará su vida, su cuerpo y su sangre, su amor. Pero a un don tan grande debemos corresponder de modo adecuado, o sea, con el don de nosotros mismos, de nuestro tiempo, de nuestra oración, de nuestro estar en comunión profunda de amor con Cristo que sufre, muere y resucita por nosotros. Los antiguos Padres de la Iglesia han visto un símbolo de todo esto en el gesto de la gente que seguía a Jesús en su ingreso a Jerusalén, el gesto de tender los mantos delante del Señor. Ante Cristo – decían los Padres –, debemos deponer nuestra vida, nuestra persona, en actitud de gratitud y adoración. En conclusión, escuchemos de nuevo la voz de uno de estos antiguos Padres, la de san Andrés, obispo de Creta: «Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo... Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas... Ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: “Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor”» (PG 97, 994).

Amén.

Liturgia de Semana Santa

A partir de hoy, Domingo de Ramos, os ofrecemos una oportunidad para profundizar aún más en la Palabra de Dios. Podréis encontrar una serie de materiales tanto para la iglesia/parroquia/comunidad como para preparar homilías y/o reflexiones sobre las lecturas del tiempo litúrgico. Todo ese material lo encontraréis en la pestaña PALABRA DE DIOS.
Desde aquí damos las gracias a toda la Familia Dominicana que hace posible esta labor de predicación.