domingo, 17 de enero de 2016

II Feria Vocacional en Jaén


«La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona.» (MV, 12)


Por ello, en la II Feria Vocacional -13 y 14 de febrero de 2016, en IFEJA, Jaén- que celebraremos durante el Encuentro Diocesano de la Misericordia, bajo el lema «Portadores de misericordia», estarán presentes delegaciones episcopales, movimientos, religiosos...  y podrán, durante dos días, mostrar a todos los que se acerquen a sus stands el rostro de la Iglesia de Jaén, llena de fe, rica en carismas y portadora de misericordia.


La Orden de Predicadores - Dominicos estamos celebrando también nuestro propio Jubileo por el el VIII Centenario de nuestra fundación, bajo el lema «Enviados a Predicar el Evangelio». Esto, junto con el Jubileo de la Misericordia, nos llama a estar presentes tanto en el Encuentro Diocesano de la Misericordia como en la II Feria Vocacional.


¿Te lo vas a perder?


DOMINICOS

ENVIADOS A PREDICAR

EL EVANGELIO DE LA MISERICORDIA

lunes, 9 de marzo de 2015

Retiro de Semana Santa



«LOS BENEFICIOS DE MEDITAR LA PASIÓN DE JESÚS»

23 de marzo de 2015
17.30 hs
Iglesia conventual de las MM. Dominicas
Jaén

lunes, 2 de marzo de 2015

La Compasión Dominicana


¿Qué es la compasión? ¿Qué compasión quiere Dios que tengamos? ¿Qué es la compasión Dominicana, en qué consiste y cuáles son sus características? ¿Cuáles son los lugares preferentes de compasión? Sobre estas preguntas estuvimos reflexionando los hermanos y hermanas de las Fraternidades de Jaén y Torredonjimeno el 23 de febrero en la iglesia conventual de la Purísima Concepción de las MM. Dominicas de Jaén. Nuestra jornada vespertina comenzó con la adoración del Santísimo Sacramento, expuesto en todo momento hasta el momento de la celebración de la eucaristía, que la presidió D. José María Romero, sacerdote diocesano de Jaén. Él fue nuestro director del encuentro; hacia Él iban nuestras miradas y reflexiones y de Él venían las respuestas.

Todo comenzó cuando los días previos al inicio de la Cuaresma nos comenzamos a preguntar[1]: ¿qué tenemos que hacer en Cuaresma? ¿cómo vivir la Cuaresma? El salmo 50 nos dio la llave que abrió la puerta de nuestras preguntas: MISERICORDIA. Pedimos la misericordia de Dios porque nos hemos dado cuenta que hemos pecado y deseamos tener un corazón puro. Queremos que Dios se compadezca de nosotros; que padezca el mismo dolor que nosotros estamos teniendo; que tenga COMPASIÓN. A partir de ese momento, ya sabíamos el camino y nos comenzamos a preguntar los interrogantes del principio.


La palabra «compasión» suena a «lástima». Sin embargo, no es ese su significado. La compasión es «padecer-con»; es «misericordia»: poner mi corazón en el otro colocando en él mi tesoro («donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón», Lc 12, 34). Jesús es la prueba de ese amor (Rom 5, 6-11); Él es la compasión hecha persona que se hace pan partido y repartido para todos (Jn 6, 31-40) y que nos indica que nosotros -como hijos de un mismo Padre y discípulos suyos- podemos y debemos actuar así para ser felices (Jn 13, 17).
La compasión es una historia de pasión. Es un don gratuito, pero no barato porque tiene un precio: el costo del dolor. Un dolor ajeno, mas asumido voluntariamente. Tenemos que aprender a ir asumiendo ese costo: una virtud que se aprende de Cristo y se educa con los hermanos.


Si la compasión es «padecer-con», para ponerse en la piel del otro tenemos que ser sensibles: 1) ser capaces de salir de nosotros mismos; 2) percibir las necesidades de los demás; y 3) poner la justicia en acción comprometiéndonos con la causa ajena como propia.
Dios habla a través del profeta Ezequiel diciéndonos que nos dará un corazón nuevo y nos infundirá un espíritu nuevo, nos arrancará el corazón de piedra y nos dará un corazón de carne (Ez 11, 19). Dios está tratando de darnos SU corazón. El mismo corazón que tuvo y mostró Jesús. El mismo corazón que dio a Sta. Catalina de Siena cuando ésta entregó el suyo sin reservas a Dios y su Reino. Un corazón que desgarra al viejo e inunda todo el cuerpo con sangre de entrega, de misericordia, de compasión.
Dios quiere te tengamos una compasión que luche contra la apatía (indiferencia) y la antipatía (desprecio); quiere, por tanto, que tengamos una compasión que favorezca la simpatía. Dios quiere que veamos al mundo como verdadera obra Suya, como un lugar de liberación y salvación. Dios quiere que nada que suene a humano nos resulte ajeno. Ser compasivo significa simpatizar con los demás, sintonizar con sus pasiones, escuchar, entender, dialogar, discernir y actuar.


Sto. Domingo de Guzmán fue una persona con una riquísima y amplísima experiencia de Dios. Todos sus biógrafos resaltan en él cualidades como la sencillez, la mansedumbre, la justicia, la amabilidad… pero sobre todo su compasión y su alegría; a imitación de Cristo, el tener entrañas de misericordia no le hizo nunca perder la alegría El dolor de la humanidad fue lo que movió la compasión de Domingo a proclamar el Evangelio de Jesucristo para que a todos alcanzase la salvación. Él estuvo dispuesto a padecer y a gozar con los demás. Como varón evangélico hizo ver y comprender que el mundo no era ni es un enemigo de la Iglesia, sino un compañero de camino que está herido. Dio el paso de la condena al diálogo. Como podemos comprobar, Nuestro Padre Domingo, en su experiencia de Dios a través de la oración y el contacto con la humanidad, descubrió cuál es la autenticidad de Dios: amor (1 Jn 4, 8). De ahí sus frecuentes súplicas pidiendo a Dios que se dignara concederle una verdadera y eficaz caridad para cuidar con interés y velar por la salvación de la humanidad. El comprendió y nos enseña que ser cristiano, ser amigo y seguidor de Jesús de Nazaret, es participar de sus opciones, su manera de ser, de sentir y de actuar. Es decir, «saber el Evangelio» tiene que acabar en «hacer el Evangelio», el «Evangelio de la Misericordia».


Antes de saber qué lugares son los preferentes de compasión, tenemos que ver cómo nos posicionamos nosotros en el mundo: ¿espectadores distantes o contemplativos apóstoles?
La reflexión y la predicación deben conjugar la Palabra de Dios y la historia humana. Pero, ¡atención!, podemos correr el riesgo de que nuestra compasión se quede en mera espectadora y convertirnos en «consumidores de noticias» que no saben diferencias la realidad de la ficción, que nos acostumbremos al drama o, también que nos conformemos con las medias verdades de los medios de comunicación. Frente a esto, para adentrarse de lleno en la compasión dominicana, tenemos que situarnos en el lugar de la «pasión»; es decir, preguntarnos: ¿Estaba yo allí cuando crucificaron a mi Señor? ¿Estoy yo allí cuando crucifican a mis hermanos? La respuesta a estas preguntas es el gran desafío a la hora de buscar los lugares de misión y de inserción. La encarnación del Evangelio de la Misericordia se verá facilitada si contemplamos al mundo en vivo y en directo.
Lo que sentimos, pensamos y reaccionamos depende de cómo vivimos, dónde vivimos, con quién vivimos. Así, desde el corazón de Dios los lugares preferentes de compasión son: 1) los pobres y sus secuelas; 2) la injusticia; 3) las víctimas de la pobreza, injusticia, discriminación, guerra, terrorismo…; y, 4) las víctimas del absurdo y el sinsentido (las víctimas de la cultura del descarte, Papa Francisco).

Como hemos visto y sabemos, Jesús clamó al Padre suplicándole misericordia para todos los que estuvieron en contra de Él y su mensaje, porque no sabían lo que hacían (Lc 23, 34). No conocían a Jesús; no conocían la Verdad. Domingo de Guzmán se deshacía en lágrimas cuando veía alguna injusticia tanto hacia Dios como a cualquier ser humano: «¿Qué será de los pobres pecadores? ¡Concédeme, Señor, una verdadera y eficaz caridad para cuidar con interés y velar por la salvación de la humanidad!» A Dios se le conmueven las entrañas, porque tiene entrañas de misericordia. A Jesús se le conmueve el corazón, se compadece y reacciona. Domingo de Guzmán también se compadece y reacciona. Y yo:
Ø  ¿Cómo se conmueven mis entrañas por la humanidad que sufre?
Ø  ¿Soy misericordia de Dios para el mundo que se debate en la búsqueda del sentido y de la verdad?
Ø  ¿Me hago oración para reclamar misericordia?
Ø  ¿En qué y cómo manifiesto la compasión hoy, aquí y ahora?





[1] A continuación presentamos un extracto de la reflexión del retiro.

martes, 17 de febrero de 2015

Retiro de Cuaresma



LA COMPASIÓN DOMINICANA

23 de febrero
17.30 - 20.00 hs
Monasterio de las MM. Dominicas


EUCARISTÍA

20.00 hs
presidida por D. José Mª Romero

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2015
Fortalezcan sus corazones (St 5,8)

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.

PARA SEGUIR LEYENDO HACER CLICK AQUÍ

(fuente: www.vatican.va)